martes, 1 de febrero de 2011

Todo se transforma ♪

Odio los estereotipos;
los casilleros;
las etiquetas;
las creencias generales;
los prejuicios;
las generalizaciones;
los rótulos;
las clasificaciones;
odio todo aquello que implique dar por hecho algo que todavía no se sabe.

Como creer que la mejor parte es el principio, que las personas no cambian, que las cosas no pueden mejorar, o que las cosas no pueden empeorar, que algo que no nos gusta nunca va a gustarnos, o que algo que nos gusta no puede dejar de gustarnos, que las decisiones son irreversibles, que la gente no puede arrepentirse, que pedir perdón no sirve de nada, que alguien nunca nos va a decepcionar, que todo el mundo va a decepcionarnos alguna vez, que no nacimos para ser padres, que no servimos para lo que hacemos, que somos los mejores en lo que hacemos, y muchísimos otros ques más.

Creo que nada es eterno, ni siquiera sé si el tiempo lo es. Nada, excepto el amor. Y, obviamente, aquello que se relaciona con él, y que está basado en él, como amistades, lazos familiares, y lazos de todo tipo. Creo que el amor, a lo largo del tiempo, y más allá del tiempo, es lo único que dura. Quizás cambie de forma, de tipo, o lo que sea, pero si el amor es verdadero, ahí va a estar, uniendo a esas dos personas, siempre.

Volviendo al tema: las determinaciones, determinando, limitan. Es lo único que saben hacer, y no me parece una función muy útil.
Prefiero sorprenderme día a día, por cada persona, cada lugar, cada actitud, cada pensamiento, y por cada cambio, a tener que dar todo por sentado.

Si las cosas no cambiaran, ¿qué sentido tendría la vida? Y más importante, si las personas no pudieran cambiar, es decir, si no pudieran mejorar, ¿qué sentido tendría que estuviéramos viviendo?

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