sábado, 10 de octubre de 2009

Sin título.

[...] En el medio de esa gran confusión de luces, sonidos y gente, él volvió a acercársele. Lo separó del chico con el que estaba besándose, y le preguntó si le parecía bien lo que estaba haciéndo, lo que estaba haciéndole.
No, no le parecía bien. Y se lo dijo. No tenía intención de lastimarlo, nunca la había tenido, y nunca habría hecho algo a propósito para hacerle algún mal, pero a veces era inevitable. Más ahora que cada uno debía seguir con su vida. Se sorprendió, porque él, al contrario de todas las veces anteriores que se le había acercado, lo escuchó. Y se sorprendió más porque lo comprendió.
Por primera vez en mucho tiempo no discutieron. Nada más hablaron. Y se abrazaron. Y mirándose a los ojos se despidieron, esta vez de verdad.
También lloraron. Lloraron como hacía tiempo no lo hacían.
Sus lágrimas no fueron muchas, pero fueron sinceras, fueron las lágrimas más sinceras que había llorado en mucho tiempo.