jueves, 22 de julio de 2010

Una clase de Medicina



Rubén Omar Sosa escuchó la lección de Maximiliana en un curso de terapia intensiva, en Buenos Aires. Fue lo más importante de todo lo que aprendió en sus años de estudiante.
Un profesor contó el caso. Doña Maximiliana, muy cascada por los trajines de una larga vida sin domingos, llevaba unos cuantos días internada en el hospital, y cada día pedía lo mismo:
-Por favor, doctor, ¿podría tomarme el pulso?
Una suave presión de los dedos en la muñeca, y él decía:
-Muy bien. Setenta y ocho. Perfecto.
-Sí, doctor, gracias. Ahora, por favor, ¿me toma el pulso?
Y él volvía a tomarlo, y volvía a explicarle que estaba todo bien, que mejor imposible.
Día tras día, se repetía la escena. Cada vez que él pasaba por la cama de doña Maximiliana, esa voz, ese ronquido, lo llamaba, y le ofrecía ese brazo, esa ramita, una vez y otra vez, y otra.
Él obedecía, porque un buen médico debe ser paciente con sus pacientes, pero pensaba: Esta vieja es un plomo. Y pensaba: Le falta un tornillo.
Años demoró en darse cuenta de que ella estaba pidiendo que alguien la tocara.


Eduardo Galeano

2 comentarios:

  1. una Profesora mia hizo una trabajo sobre eso, sobre "proxemica" el estudio de la distancias y es terrible como ala gente mayor pierde el contacto fisico, de un niño recibe el contacto en todo el cuerpo, un anciano apenas lo recibe en las manos,y realmente es magico, un abrazo es magico, de verdad, yo note que me pongo mal cuando no tengo mucho contacto fisico, expresiones de cariño, y aca en casa no se abraza a mucho, no porque no haya sentimientos, si no porque simplemente no se hace, yo medio impuse la moda, fue raro cuando comence a ahcerlo, pero se siente de puta madre =)

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  2. Las cosas que hacemos muchos para que alguien nos toque. Sentir eso.
    Este texto y el anterior son re lindos.
    Me está empezando a gustar Eduerdo Galeano por culpa tuya u.u jeje.
    Tq.

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