Ellos viven sus vidas de plástico, orgullosos de ser quiénes son y de ser cómo son; de ser lo que son se dicen orgullosos. Se saludan entre todos, sonríen, intercambian palabras de amabilidad y cumplidos, miradas, también intercambian palabras envenenadas sobre otros que son como ellos, y a los cuales también saludan amablemente y llenan de elogios cuando los ven. Se visten bien. Dicen por ahí que tienen el mejor sentido de la moda. Salen, bailan (y mejor que ningunos otros), toman, se divierten, se drogan, se olvidan, se besan, se tocan, se ríen, se pierden por la noche y se vuelven a encontrar a la mañana. Si tuvieron suerte, se encuentran en una casa ajena, o departamento, u hotel alojamiento. Quizás fueron muy suertudos y el lugar queda en Palermo, o en Puerto Madero, o en alguna otra linda zona donde más gente de plástico hace las mismas cosas de sus vidas de plástico que hacen ellos. Dicen estar orgullosos, con su modo de caminar que los delata y sus remeras ajustadas. Ajustadas para marcar ese cuerpo comprado al por mayor que lleva bajo sus cabezas la mayoría, y que quienes no lo llevan darían todo por tener. Es que en su sociedad de plático, si no sos igual, no te miran. O peor, te miran solo para crucificarte, para envenenarte, o apuñalarte. Si no sos tan de plástico como ellos son, te derriten.
Son algo irónicos, sin embargo, porque si tenés la suerte de ser de plástico como ellos, pero de un plástico de mejor calidad, también te derriten. Te defenestran, te odian, te maldicen y te dicen todo el tiempo entre ellos. Dicen de tu vida, de tus malas costumbres, de tu ligereza, que sos un drogadicto, un promiscuo, un fácil, una puta, una loca, y demases palabras de su jerga, que mejora día a día añadiendo más palabras importadas y dejando de lado cualquier cosa que sea lo suficientemente autóctona como para avergonzarse.
¿Quién los entiende? Para encajar perfectamente en su sociedad, hay que ser exactamente como cualquiera de ellos. Usar su ropa, llevar su corte de pelo, tener su cuerpo de modelo, hablar su lengua, entender sus códigos, y, si podés, hacer las cosas más interesantes con algún trastorno de la alimentación, una depresión crónica, o alguna otra enfermedad mental para elegir de entre una variedad que no se encuentra ni en La Salada. ("¿La Salada? ¿Qué es eso?" se preguntará la mayoría. Los otros simplemente pensarán "Oh my God! No piso ese lugar ni aunque me paguen").
Y se dicen orgullosos, se dicen que luchan por sus derechos. Sabe siquiera una minoría de qué derechos se habla. Y no quieren ser discriminados. Se sienten mal cuando los discriminan. "Me discriminaron por puto" dicen. Y después, el viernes a la noche cuando están con sus amigos bailando, dicen "Ay, mirá a esa pasiva!" o "Mirá a ese que mal vestido que está" o "Ay ese es un viejo verde" o "Ni en pedo lo toco, ¿cuánto tiene, 15 años?". Pero no, ellos no discriminan, ellos son sólo las víctimas.
¿Para qué marchan por sus derechos? Si ellos son de plástico. ¿Piensan en matrimonio? Si no piensan siquiera en serle fiel a un novio. Además, no se olviden de que no envejecen. No se preocupen por los derechos, ni por la vida, ni por cómo son en realidad (¿son lo que creen que son?), ni por nada. Total el interior no importa, porque ellos son de plástico, plástico con una larga vida útil asegurada.
Nota: ¡Hay que tener cuidado! Es fácil dejarse absorver y ser uno más de ellos.