Incontables situaciones y combinaciones imposibles de repetir.
Cientos, quizás miles de personas cruzadas en tu vida. En el jardín, en la casa, en la escuela, en la facultad, en el trabajo, en la calle, en un boliche, en un restaurante, en un hospital, en cualquier lado.
75 años. 27.393 días, contando años biciestos. 657.432 horas. 39.445.920 minutos. Infinidad de momentos.
Y aprendemos a hablar, a caminar, a diferenciar a nuestra mamá, a ir al baño solos; las cosas más básicas y esenciales, en los primeros tres años.
Y a pesar de las miles de experiencias que puedas tener, de cómo se forme tu personalidad en tu adolescencia, de cómo te cambien las cosas que te sucedan cuando seas adulto, a pesar de todo, lo que pasa cuando sos chico queda para toda la vida. Y pesa toda la vida.
Pero a veces es cuestión, nada más, de saber vivir con eso. Transformar esa carga, de a poco, en aire. O en nada.
Sabés que se puede seguir adelante, que siempre se puede seguir adelante, y que, quieras o no, siempre vas a seguir adelante. Porque seguiste adelante, solo, con tres años, con cinco, con trece y con los que sea.
Y porque, si ves mejor, no estás solo. Y nunca estuviste solo. Quizás las circunstancias te hicieron enfrentarte a cosas difíciles, muy difíciles, sin estar preparado. Y no supiste pedir ayuda. Pero no es tu culpa, ni tampoco es culpa de los que no ayudaron. No podías darte cuenta. No podían darse cuenta. Y sin embargo estuvieron, y sin embargo están, y sin embargo, hagas lo que hagas, siempre van a estar. Aunque creas que estás solo, sabés, en el fondo, que no es así.
Y la sensación que da saber eso siempre ayuda a seguir, y a sonreír :).